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Hugo Chávez comienza a trazar el futuro.

Con la elección ganada, el presidente venezolano, Hugo Chávez, comienza a planear el futuro. ¿Quién lo diría? Desde junio del año pasado, el líder del llamado Socialismo del Siglo 21 ha luchado contra un cáncer grave que, a pesar de los desmentidos y la mistificación oficial, lo ha obligado a ausentarse del poder por semanas para recibir tratamiento en hospitales cubanos. Se rumoreaba que Chávez estaba al borde de la muerte y que los electores estaban a punto de abandonarlo. En el día de la elección, una empresa de encuestas incluso predijo la victoria de su rival, el gobernador Henrique Capriles.

Una vez contados los votos, la historia fue diferente. La cómoda ventaja de Chávez, que obtuvo el 55% de los votos, electrificó a la base chavista. Después de 14 turbulentos años en el poder, el comandante derrotó no solo a la oposición históricamente unificada, sino también a la muerte misma. Ahora comienza nuevamente el juego de intrigas, la industria más pujante de los Andes. ¿Realmente se curó el cáncer de Chávez? Si la enfermedad regresa, ¿terminará su mandato el presidente?

Hay quienes especulan que Chávez, al enfrentar la muerte de cerca, ya está preparando su sucesión. Pero ¿quién podría continuar con la revolución chavista? Un nombre siempre presente en la lista es Diosdado Cabello, militar retirado que participó en el intento de golpe liderado por Chávez en 1992. Sin embargo, Cabello perdió brillo a partir de 2008, cuando fue derrotado por Capriles en la elección para gobernador del estado de Miranda. El actual vicepresidente Elías Jaua y el propio hermano del presidente, Adán Chávez, son otros candidatos habituales.

Pero el “delfín” del momento es el canciller Nicolás Maduro, designado la semana pasada como el nuevo vicepresidente de Chávez para el próximo mandato. Su nombre ha sido impulsado por el hecho de que la vicepresidencia, un cargo meramente decorativo en el esquema centralizador de Chávez, ha ganado relevancia desde que el líder venezolano se enfermó.

Aquellos que imaginan un cambio de guardia pacífico y ordenado en la revolución chavista pueden olvidarse de esa idea. Primero, para designar un sucesor, Chávez tendría que admitir la sucesión, y no hay ninguna evidencia de que eso esté en su agenda. Al igual que la retórica conciliadora después de las elecciones, los movimientos en el Palacio sugieren más un ardil bolivariano que una humilde actitud republicana.

Chávez acaba de ganar seis años más en el Palacio Miraflores, donde solo aceptará salir “para encontrarse con su Creador”, como dice el ex embajador venezolano Diego Arria. Hasta entonces, todo indica que seguirá avanzando rápidamente para profundizar la revolución. Apenas terminó el conteo de votos y Chávez ya invitó a sus aliados en la Alianza Bolivariana, el presidente ecuatoriano Rafael Correa y Evo Morales de Bolivia, a unirse al Mercosur como miembros plenos. ¿Qué harían los tres exponentes del socialismo del siglo 21 en un pacto para el libre comercio sudamericano? Eso sigue siendo un misterio. Recitar pasajes de Adam Smith probablemente no sea una de sus actividades.

Ahora el presidente reelegido se prepara para las elecciones estatales del 16 de diciembre, con grandes planes. La prueba más importante será en Miranda, actualmente gobernado precisamente por Henrique Capriles. Su rival es el ex vicepresidente Elías Jaua, de la guardia pretoriana chavista. Parece un acto audaz. Joven y articulado, Capriles es el mejor cuadro que la oposición venezolana ha producido en décadas. Acaba de conquistar el 44% del electorado, un hecho histórico en la era bolivariana. Hace cuatro años, se convirtió en gobernador de Miranda al derrotar al candidato elegido a dedo por el chavismo.

Pero Chávez, estratega que es, siente una apertura. En octubre 7, ganó en 22 de los 24 estados, incluyendo Miranda – por 11 puntos porcentuales. Una victoria en la fortaleza de la oposición ayudaría a avanzar aún más la revolución de Chávez. Pero al mismo tiempo, podría crearle un gran problema: un rival con una trayectoria nacional. Si Jaua derrota a Capriles, no solo gobernará el segundo estado más poblado del país, sino que también decapitará a la oposición. Ahí es donde la trama bolivariana se complica.

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